A lo largo de los años se han llevado numerosos estudios científicos que tratan e intentan dar explicación al dolor crónico. En la mayoría de estas investigaciones se ha visto que la mayoría de estos trastornos se caracterizan por alteraciones en el sistema nervioso central, es decir, en nuestro cerebro. Esto nos va a llevar a cuadros clínicos de hipersensibilidad y a un deterioro de los mecanismos que controlan el dolor que están en el cerebro.

A estas alteraciones se le suman que algunos factores de origen psicológico y vinculados a la actitud o hábito de nuestros pacientes, pueden ejercer una influencia negativa sobre el dolor. Entre estos, se encuentran el nivel de vigilancia (hipervigilancia), el estrés, el miedo al movimiento, entre otros.

En el caso del dolor musculoesquelético, una vez establecido un cuadro clínico de sensibilización central nuestro sistema permanece muy sensible ante cualquier proceso de dolor donde un traumatismo o lesión mantiene o agrava el proceso.

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Ante esta perspectiva se nos plantea una pregunta como paciente o como terapeutas: ¿Las pruebas de imagen podrán darme una respuesta sobre el origen de mi problema?

La ciencia es clara en este sentido. Existen numerosos procesos de dolor donde las pruebas de imagen (Radiografías, resonancias magnéticas, ecografías…) pueden no ser capaces de dar respuesta al origen sintomático de nuestros pacientes y existen numerosas lesiones que se pueden observar en las pruebas de imagen que no se corresponden al origen del dolor de estos.

Podemos tener una lesión del tendón del supraespinoso, una hernia de disco o una protusión discal sin que esto suponga tener dolor, encontrándose muchas de estas alteraciones en personas sin dolor.

¿Qué puedo hacer yo como paciente para conseguir mejorar o eliminar mi dolor?

La respuesta a esta pregunta no es sencilla y va a estar determinada por las características personales de cada individuo, por lo que analizar desde una visión global al paciente va a ser fundamental para dar con aquello que está produciendo que el cerebro se encuentre en ese estado de alerta, vigilante y receptivo a cualquier proceso de dolor.

Entre los tratamientos más efectivos con mayor evidencia científica está la psicología, la fisioterapia y el ejercicio terapéutico y en los últimos años una de las herramientas que está cogiendo mucho peso científico es la educación en dolor donde se enseña al paciente la realidad y ficción de todo aquello que nos lleva a sufrir dolor.

En OnelifeCenter nuestra recomendación más importante va a ser tener unos hábitos de vida saludables (Comer bien, hacer ejercicio, buenos hábitos de sueño …). También, ponerse en la mano de especialistas en dolor que lo aborden desde diferentes disciplinas, como los profesionales de la Unidad del Dolor de OnelifeCenter. Se demuestra que el tratamiento global del dolor tiene más efecto en la mejora sintomática de los pacientes.